Cuentos y tecnologia

jueves, 16 de abril de 2009

Hay quien dice que este es mi mejor cuento


Finalmente, aclaré a nuestros amigos mutuos lo que hubo entre nosotros.
Era necesario. Habían terminado por dividirse entre los que creían que me rompiste el corazón sin piedad, y los que suponían que yo te acosé intensamente durante varios meses. Comencé por aclarar que no me rompiste el corazón, sino que por el contrario, lo tomaste entre tus manos, le limpiaste del polvo del desuso, lo acariciaste y me lo devolviste no sin antes cerciorarte que latiera fuerte otra vez. Y que fui yo, el que sorprendido de tenerlo de nuevo en mi poder, (uno nunca se lo espera cuando lo entrega) todavía tibio del contacto con tu piel, lo dejé escapar de entre mis dedos y fue a dar al suelo para quebrarse en mil pedazos, con la mala suerte de estar yo parado sobre una coladera en esos momentos. De lo que pude salvar, apenas formé medio corazón. Y siete años anduve con mi ser incompleto (sí te interesa puedo contarte, otro día, cómo complete el ventrículo izquierdo al cabo de ese tiempo) y me tuve que abstener de practicar cualquier deporte.


Los trozos que no hallé vagaron por alcantarillas y desagües durante varios meses, contemplaban a las mujeres en la ducha a través de sus coladeras, incluso de vez en cuando, alguna pareja húmeda bajo la regadera (mi corazón era originalmente ciego, pero la necesidad de insensibilizar el olfato y el tacto en las cloacas agudizaron sus otros sentidos), varios pagaron su curiosidad cubiertos de mierda. Muchos fragmentos encontraron su fin entre los dientes de alguna rata, pero la gran mayoría se endureció lo suficiente para atravesar el sistema digestivo de cualquier roedor. Algunos encontraron su camino hasta el mar y curaron con sal sus heridas.

Precisamente esto me lo contó un pequeño trozo puntiagudo que encontré en mi reciente visita a una famosa playa venida a menos. Era un fragmento risueño y bonachón. En todo este tiempo, había sido el responsable de mantener un vínculo entre todas las piezas de mi corazón, insistiendo en que les contara en cada oportunidad sus correrías por las coladeras, los ríos y los mares en que fueron a dar (aparentemente, uno llegó hasta Laguna verde y evitó un desastre nuclear. Quiero creer eso, por que la parte exagerada de mi corazón definitivamente se quedo conmigo) y llevando un riguroso conteo de los fragmentos que habían dado señales de vida al final del año.
Lo reincorporé a mi pecho (¿Te puedes imaginar lo difícil que es hacerle esto alguien acostumbrado a viajar?), Y seguí contemplando el mar.
Los primeros meses, estuvo insoportable, organizó varios intentos de fuga, en el más reciente, casi nos mata, obstruyendo la arteria carótida.
Se tranquilizó un poco en cuanto empecé a viajar tratando de mantener el contacto con mis viejos amigos, insistiéndoles que me contaran sobre sus correrías por la ciudad y contando las de los demás en cada oportunidad.
Sin embargo sospecho que ha vuelto a las andadas, esta vez con un plan más elaborado: de un tiempo acá, siento mucha necesidad de verte.

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Travesuras de la niña mala

Antes que nada quiero aclarar que esto es a manera de guía de lectura, no pretendo hacerle la tarea a nadie.

Pueden descargar el libro desde aquí

En buena medida, la publicación de esta novela ha contribuido a que el nombre de Mario Vargas Llosa suene mucho cuando se habla del premio Nobel de literatura, aunque hay quien le acusa de plagiar Madam Bovary. Yo me inclinaría por plagio de la amigdalitis de Tarzan, de su compatriota Alfredo Bryce Echenique, sin embargo no le resta meritos a una novela que se puede disfrutar a varios niveles, lo mismo alguien acostumbrado a telechurros que un lector de ojo critico.

Argumento


El protagonista relata su relación con la niña mala, Otilia, (subraya con el mouse para conocer su verdadero nombre, que resulta toda una revelación durante la trama) que es una mujer camaleónica que encontrara varias veces a lo largo de su vida, con un nuevo nombre y un nuevo pasado en cada ocasión.



La devoción con que la ama todos esos años es el verdadero hilo conductor de la historia, hilo que soporta humillaciones al por mayor, entre las que sobresale la que sufre en Japon, a manos del amante en turno de la niña mala, que en sus propias palabras, la tiene poseída.


Pero vamos por partes: después de conocer a la susodicha durante su adolescencia en Perú, mientras ella se hace pasar por chilena, e impávido ante la huida de esta al verse descubierta durante una fiesta de sociedad, el protagonista, Ricardo Somocurcio emigra a Paris por cumplir el que según el es su única ambición en la vida, vivir en la capital de la cultura.

Para el segundo, tercer y cuarto capítulos, el autor parece seguir sistemáticamente la idea de matar al personaje que les da su nombre, un guerrillero burócrata que se dedica a realizar los tramites migratorios de los peruanos entrenados en países socialistas con la idea de iniciar una revolución en el Perú, vía Paris, un retratista bisexual que alcanza un éxito tremendo retratando caballos y que se expone como la primer victima de SIDA (aunque queda claro que solo es la primera en el microuniverso del protagonista), y un traductor virtuoso que acabara con sus días tras el segundo rechazo romántico de su vida, respectivamente.

Estos personajes son, en un momento dado, los mejores amigos del protagonista, y su muerte parece arrojarlo de nuevo ya sea a los brazos o al recuerdo de la niña mala, que no hace sino pagar con humillaciones cada vez más graves al protagonista: desde el abandono intempestivo, hasta el sometimiento a su amante Japones.



Esta tendencia se termina para el cuarto capitulo, donde con cierto abuso de cursilería, la antihéroe de la historia ayuda crucialmente para ayudar a un niño autista, hijo de una pareja que ahora hace las veces de los mejores amigos del protagonista, a poder hablar por primera vez en su vida.



El siguiente capitulo, lleva a nuestro amigo de regreso a su maltrecho país, donde conocerá fortuitamente al padre de su amada, un hombre sorprendente al que el mar parece confiarle secretos que los mejores ingenieros son incapaces de entender, y que Ricardo encuentra fascinante como fuente de la personalidad que le apasiona, solo para ser victima a su regreso una vez más de la niña mala y sus abusos, aparentemente encaminados a satisfacer su desmedida ambición.



En el capitulo final, viejo y cansado de tanto dolor, el protagonista entabla una relación con una mujer joven que resultara efímera y dará paso al último regreso de la niña mala:

Cual salmón contra el río, regresara a los brazos del único hombre que la ha amado, para morir ahí, con la esperanza de darle una última alegría para compensar un poco todo el maltrato: le cede todas las riquezas materiales que acumuló, aunque fuera precisamente el conseguirlas la razón de tantos sinsabores.



Algo se simbología.


En el primer capitulo, la niña mala adopta el nombre de Lily, y hace pasar a una chica por su hermana, bajo el nombre de Lucy.

Como dato cultural, quiero agregar que en el libro el paraíso perdido de John Milton, se atribuye a la sociedad entre Lucifer y Lilith, primera esposa de Adan, mujer anterior a Eva, la conspiración que expulsaría a estos últimos del edén.

Saque usted sus propias conclusiones.



Para el segundo capitulo, la niña adopta el nombre de Arlette, y se hace revolucionaria. Las águilas representaron para muchos países de Latinoamérica un símbolo de independencia, sin embargo poco después, según la costumbre francesa, cuna de las revoluciones, adquiere por nombre el apellido de su esposo, pasando a ser madame Arnoux.



Costumbre que seguiría poco más adelante al volverse miss Richardson.

Cuando regresa del Japón, la niña mala dice haber sido humillada y violada en África, probablemente este continente fue incluido para reflejar la esclavitud a la que Fukuda le había sometido.



Extracto:


A continuación la escena que me pareció más sobresaliente de todo el libro…



—¿Y qué te importa que esté o no esté, zonzito? ¿No estás gozando, no te estoy haciendo gozar? No lo mires, olvídate de él.

Paralizado por el asombro, entendí todo: Fukuda no nos había sorprendido, estaba allí en complicidad con la niña mala, gozando de un espectáculo preparado por los dos. Yo había caído en una emboscada. Las sorpren¬dentes cosas que habían venido ocurriendo se aclaraban, habían sido cuidadosamente planeadas por el japonés y ejecutadas por ella, sumisa a las órdenes y deseos de aquél. Entendí la razón de lo efusiva que había sido conmigo Ku¬riko estos dos días, y, sobre todo, esta noche. No lo había hecho por mí, ni por ella, sino por él. Para complacer a su amo. Para que gozara su señor. El corazón me latía como si me fuera a reventar y apenas podía respirar. Se me había quitado el mareo y sentía mi falo flaccido, escurriéndo¬se, empequeñeciéndose, como avergonzado. La aparté de un empujón y me incorporé a medias, retenido por ella, gritando:

—¡Te voy a matar, hijo de puta! ¡Maldito!

Pero Fukuda ya no estaba en ese rincón, ni en el cuarto, y la niña mala, ahora, había cambiado de humor y me insultaba, la voz y la cara descompuestas por la rabia:

—¡Qué te pasa, idiota! ¡Por qué haces ese escánda¬lo! —me golpeaba en la cara, en el pecho, donde podía, con las dos manos—. No seas ridículo, no seas provinciano. Siempre has sido y serás un pobre diablo, qué otra cosa se podía esperar de ti, pichiruchi.

En la media oscuridad, a la vez que trataba de apar¬tarla, yo buscaba mi ropa en el suelo. No sé cómo la en¬contré, ni cómo me vestí y me calcé, ni cuánto duró esta escena farsesca. Kuriko había dejado de golpearme pero, sentada en la cama, chillaba, histérica, intercalando sollo¬zos y agravios:

—¿Te creías que iba a hacer esto por ti, muerto de hambre, fracasado, imbécil? Pero, quién eres tú, quién te has creído tú. Ah, te morirías si supieras cuánto te despre¬cio, cuánto te odio, cobarde.



Localismos:


El libro esta lleno de localismos, ya sea de Perú, París, Londres, o España. Sin embargo no entorpecen el transcurso de la historia ni hacen de esta menos disfrutable, quizá con la excepción de dos palabras que se usan con mucha frecuencia:



Huachaferias:

Peruanismo, significa cursilerías.



Pichiruchi:

(También he oído que lo pronuncien Pichirruchi) palabra peruana que significa cosa de poco valor, en general, persona de poco valor.
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viernes, 10 de abril de 2009

cuento erotico

Estoy contento por que acabo de escribir el que quizá será el cuento erótico más corto que pueda escribir nunca:

El sol, la luna y los calzones

Arrancó sus bragas con violencia y dijo: "Te amo".


Estoy contento porque en su breves líneas, encierra muchas interpretaciones (O cuando menos para mí) dependiendo de lo que le pase por la mente en su momento al lector: los hombres que visten bragas, las mujeres que aman a otras mujeres y hasta a Irma Serrano hablándole al oído al más ilustre perdedor de Big Brother (a calzón amarrado, of course) También estoy contento de que el español sea mi lengua nativa, en ingles hubiera tenido que escribir algo como:

The sun, the moon and the undies She (or he) took his (or her) underwear, and then she (or it) said "I Love you"

Limitando mucho las posibilidades de interpretación.

También me preocupa estar desperdiciando un buen titulo en un cuento tan efímero, y me pregunto si podre hacerle una segunda parte. "El sol, la luna y los calzones" es fino, pero el sol la luna y los calzones dos suena a los peores tiempos del cine de ficheras …ó la risa en vacaciones. Tendría que ponerle un colofón un poco más original, algo como "El sol, la luna y los calzones (de abuelita)", en honor a una exnovia que usaba etc...Bueno me despido por que es muy tarde
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jueves, 9 de abril de 2009

Generaciones

Generaciones

Mi mamá me cuenta que cuando estaba en el vientre, papá hacia teatro de sombras sobre ella.

Ponía una lámpara de mano frente a su panza y pasaba una estrella de mar cantando “buen día, buen día buen, día, que alegre compañía”, se encuentra con un colibrí (eran unos aretes con plumas) y deciden escapar juntos.

Como no podían decidir entre el mar azul y cielo estrellado, buscaban refugiarse en un sueño.

Decidían recostarse juntos tomados de la mano para no separarse el uno del otro.

Permanecían unos minutos y luego decían a coro que no tenían manos y se reían y se besaban. Acto seguido, mi padre salía corriendo hacia el colegio de ingeniería para terminar su tesis, y yo empezaba a patear hasta que mi mama llorando juraba que jamás lo dejaría hacer lo mismo otra vez, pero llegaba mi papa al otro día con un Koala de peluche que adoptaba a un niño humano frente a la lámpara y yo volvía a patalear cuando la historia acababa.

Mi abuelo, que creció junto al mar y sabía hacer de todo, me regaló en mi segundo cumpleaños un par de audífonos con caracoles pegados, en los que se podía escuchar el océano con lujo de detalle.

Trate de revivir a los caracoles unas semanas más tarde sumergiéndolos en el escusado, inundando el departamento y tapando el baño durante semanas.

Mi abuelo personalmente lo destapó mientras yo le veía embobado desde mi andadera.

Mi primer alimento sólido me lo dio mi bisabuelo: un cocktail de camarones, ante el horror de mi madre.

Tuve gases toda la noche, y exigí otro a la mañana siguiente, golpeando mi plato con la cuchara hasta que volvió mi bisabuelo con otro cocktail que devore alegremente, como cada mañana hasta que el murió un par de semanas más tarde, sin desarrollar la alergia que previa mi madre.

Y ahora que te tengo entre mis brazos, y mis abuelos se han ido, te escribo esta carta como el primer regalo de esos buenos hombres.

Te amo hijo
estrella de mar padre, estrella de mar hijo

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